Por aquí ando otra vez, escribiendo (ja ja ja) dese la terraza de mi casa en la playa, a la vera de un jardin que te cagas lleno de plantas, música de Pink Martini, una cocacola zero, unos cigarritos un unas chicharras hijas de puta que cantan como Belén Esteban lo haría en OT VIP.
Los días que he pasado en Almería han sido muy, muy tranquilos, teniendo todo lo esencial para seguir desconectando y cargando pilas para la vuelta de septiembre. No se por que tengo la sensación de que va a empezar una etapa muy, muy intensa.
Y mientras tanto, el mexicano va cayendo poco a poco en el olvido, y momento a momento mi corazoncito se enfría entre recuerdos y sensaciones que todavía me recorren el cuerpo. Estas cosas no se olvidan, aunque el sentimiento vaya desapareciendo. Son vivencias muy bonitas que no hay que perder, pero tampoco se puede seguir viviendo a través de ellas. Ahí queda todo, en un cariño especial hacia lo que fue, y ya. La vida sigue y punto, el futuro es muy prometedor para vivir en el pasado, por mucho que pueda joder.
(¡Joder! Como huele de bien a jazmín, coño)
Y aquí, en el pueblo este de la costa más oriental de España todo sigue igual que el año pasado: demasiado coñazo.
Y tan coñazo que el otro descubrí la gran experiencia vital que supone fregar los platos.
Sí, sí, fregar los platos.
Te pones los guantes de goma para que no se te despellejen aún más las cutículas que tienes llenas de padrastros y abres el grifo del agua caliente. Entonces, pones un dedo debajo del chorro para cerciorarte de que sale caliente, pero como llevas los guantes puestos ni lo notas, así que te los quitas para poder sentir bien la temperatura del agua.
Pero... ¡ah! Aquí viene lo chungo, porque al quitarte el guante, éste se ha dado media vuelta, pero no del todo porque la parte de los dedos se ha quedado doblada hacia dentro, en plan royo candelabro. Pero claro, ahí no vas a poner unas velitas y encenderlas, que sí, que quedan muy pintonas, pero quedaría todo hecho un asco de cera derretida, y los platos seguirían sucios.
Entonces te decides echarle un par de cojones para devolver al guante su forma original, con dedos inclusive, pero lo que no te han dicho es que se necesita un título en Ingeniería Guantil, porque de repente se atasca un dedo y eso es como una ventosa que no se despega. Y mientras tanto los platos sucios empiezan a crear su propio ecosistema de seres vivos: si coges una lupa, puedes ver como en el tomate frito epieza a proliferar una extraña forma de vida con cierto parecido razonable a la duquesa de Alba.
Así que sacas fuerzas de la nada ante la amenaza de la vida extraterrestre que esta surgiendo en el platito de los cojones, y como McGyver, consigues lo imposible y arreglas el guante.
Te los pones y piensas "bueno, esto lo friego todo en un periquete, que me he comprado el Fairy ese del anuncio". Y claro, queramos o no queramos, sólo somos felices si tenemos las cosas que se publicitan. Nadie puede vivir sin el Fairy, que con una gotita friegas todos los baños de una prisión de Carabanchel. Y es entonces cuando llega la frustración, porque con esa gotita de Fairy no limpias ni una cucharilla de café sin utilizar. Tu mundo se viene abajo y te sientes engañado (o engañada si tienes vagina o quieres tenerla), tus deseos de autorrealización se van por el desagüe y deseas beberte todos los botes de debajo del fregadero.
Pero te sobrepones al trauma que te ha causado la agencia de publicidad que ha hecho el spot, te cagas en todo Villagarrulos de Arriba por mentirte y terminas el último plato, lo aclaras y lo pones en el escurridero. ¡¡¡Peeeero aún te quedan los vasos!!! Y los vasos son como correr la maratón, porque se quedan con toda la espuma dentro. Y tú los llenas de agua para aclararlos, pero siempre se queda alguna burbujita de espuma en su interior, lo cual hace que fregar un vasito de esos pequeños te haga llegar tarde hasta a la peluquería. Al final, optas por dejar esa burbujita de espuma dentro del vaso porque ya estás hasta los cojones, y piensas que lo que no mata engorda, y si alguien bebe de él, como mucho le saldrán pompas del culo cuando se tire un pedo, excepto a tu suegra/enemiga/ex turbocoñazo, que deseas que se le atasque y tenga una muerte lenta y dolorosa a base de reflujos con sabor a lavavajillas.
Y una vez terminas, te quitas los guantes y te vas al sofá supersatisfecho por el trabajo bien realizado, con el teléfono en la mano y el número de FACUA marcado en pantalla dispuesto a llamar para denunciar el próximo anuncio con publicidad engañosa de lavavajillas.
P.D.: Querido señor que dirige Fairy, si ve esto no me meta un puro por denigrar la imagen de la marca, que este blog no lo lee ni el tato y aparte de ello, yo soy así, que se me va un poco la olla y todo eso. Y en caso contrario, le recomiendo no probar nunca un vaso de agua que le pueda haber dado un servidor de usted.
Moody.
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