Me gusta la Gran Vía, es emblemática, tiene alma, todo tipo de gente. Es como un zoo, diferentes especies de personas, de tiendas, de luces y de sombras, como la vida misma. Es inspiradora.
A partir de Plaza de España empiezo a sentir esa luz que me deslumbra y ese olor que me embriaga. Me enciendo l primer cigarrillo. Pienso en las cosas que me han pasado en los últimos meses, de la nueva evolución que estoy notando en mí, en lo que pudo ser y que no fue, en la toma de conciencia que estoy tomando sobre mí, en mis nuevas dimensiones y en todo lo que tengo en mi interior que está empezando a aflorar, en mi fuerza interior.
Desde aquella noche en el banco, pasando por esa persona, que sin conocerme de nada, acudió a mi desesperada gritando socorro y pidiendo consejo. Hasta la gran hostia contra un muro de cemento poco después de que me dijeses aquello de las mariposas en tu estómago y lo otro sobre mis ojos azules (que yo sigo pensando que son verdes). No dejabas de decirme que era increíble, que era especial, que me habías estado esperando tanto tiempo... Y desapareciste de repente alegando a tu imposibilidad de querer a una persona. He querido gritar, explotar, pero nadie parecía escucharme, menos tú que simulabas sordera.
Maldito (o bendito) déjà-vu.
Al cabo de un mes y pico nos volvimos a encontrar. Piensas que no noté lo que pasaba, que no se leer tu cara y tu mirada... esa cara, esa mirada... me dijeron todo en el instante anterior al momento en el que quisiste besarme, para volver a desaparecer otra vez.
Puede que te quede algo de aquella fugaz historia, a mi cada vez menos. Tal vez por eso actúas como si no quisieras saber nada de mi.
Puede que pienses que me hiciste daño. Puede que se lo hayas hecho a otras personas, pero a mi no. Ni una sola lágrima, sólamente la incertidumbre de lo que pudo haber sido y que cada vez me importa menos, simplemente me decepcionaste. No me hiciste daño, soy demasiado sólido para que alguien me tumbe. Soy demasiado objetivo como para saber qué pasaba y demasiado empático como para saber lo que iba a pasar.
Tengo mucha paciencia, comprensión y consciencia sobre mí para seguir con mi vida.
Nadie puede tumbarme, puedo caerme y romperme una pierna, pero me levanto y sigo para alante.
No se que pasará cuando volvamos a vernos, quizá sea como dice la canción: ...repetiremos cada vez que nos crucemos de nuevo...
Pero ya todo ha cambiado, ya no siento lo mismo, sólamente un cariño especial y una gran atracción sexual.
Por eso mis ojos verdes siguen brillando, mi pelo sigue siendo suave y mi boca sonríe, porque se que tengo mucho que dar, que si no es a tí, será a otra persona que sepa valorarlo. Porque he sido capaz de entenderte y por tenerte aún así un aprecio especial. Simplemente fuiste cobarde, y lo siento por ti, no por mi.
Ya estoy llegando a Cibeles y el sol vuelve a asomar por encima de los edificios.
Enciendo un último cigarrillo y pienso en lo caprichoso que es el destino. En cómo hace lo imposible por juntar a dos personas para separarlas en menos de lo que me queda para llegar a la Puerta de Alcalá.
Doy una última bocanada al cigarro y pienso "¿qué me traerá la vida mañana?". Lo tiro al suelo y mientras exhalo el humo me digo a mi mismo "¡NO PUEDO ESPERAR A SABERLO!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario